2002 kilómetros, 35 lugares y unas vacaciones inolvidables

Ya estamos en Barcelona tras visitar Eslovenia, Croacia, Bosnia y Montenegro (y una esquinita de Italia) en 22 días con 2.002 kilómetros en coche. En total, hemos dormido en 14 sitios diferentes y visitado 35 lugares, la mayoría de los cuales nunca olvidaremos.

Éste fue el trayecto:

Italia: Trieste
Eslovenia: Koper -> Predjama -> Postojna -> Liubliana -> Bled -> Vintgar -> Bohinj
Croacia: Zagreb -> Plitvice -> Slunj -> Bibinje -> Zadar -> Skradin -> Sibenik -> Trogir -> Podstrana -> Split -> Supetar -> Bol -> Sumartin (seguimos tras Bosnia y Montenegro)
Bosnia: Kravica -> Pocitelj -> Mostar -> Sarajevo
Montenegro: Parque Nacional Durmitor -> Zabljak -> Djurdjevica Tara -> Risan -> Perast -> Muo -> Kotor -> Budva -> Sveti Stefan
Croacia (y 2): Dubrovnik

Lo más recomendable

Naturaleza
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1) Los lagos de Plitvice. W-o-w.
2) Las impresionantes cuevas de Postojna.
3) Puesta de sol en Zadar. Una de las más bonitas del mundo.
4) Un baño en las cascadas de Kravica.
5) El paisaje de postal de Bled.
6) Un baño en el imponente lago de Bohinj.
7) La inabarcable bahía de Kotor.
8) La playa de Zlani Rat, en Bol.
9) Parque Nacional de Durmitor, con su lago negro.
10) La garganta de Vintgar.

Pueblos y ciudades
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1) Sarajevo. Nos cautivó.
2) Mostar. Ídem.
3) Dubrovnik. La Perla del Adriático, y es por algo.
4) Liubliana. Una capital muy acogedora.
5) Kotor. Un centro antiguo pequeño pero coqueto.
6) Zadar. Además de la puesta del sol, nos convenció su centro histórico. Una ciudad bonita.
7) Trogir. Valía mucho la pena el ‘old town’, conectado con la ciudad por solo un puente.
8) Split. La herencia del Palacio de Diocleciano merece sin duda una visita.
9) Zagreb. Estaba desierta cuando fuimos, pero la ciudad alta tiene un paseo muy agradable. Nos trataron muy bien.
10) Budva. Ciudad costera en Montenegro, nos quedamos con el paseo por el casco viejo.

Las mejores comidas

1) Lokanda Peskarija, en el puerto antiguo de Dubrovnik. Risottos, pescados… Tan bueno que repetimos. La foto no hace demasiada justicia al platazo de marisco que nos pusieron, pero bueno…
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2) Bastión 3, en Kotor. Un restaurante en la entrada norte de las murallas, y con comida tradicional (carne sobre todo) a muy buen precio. Y muy buena!

3) Bureks en Sarajevo (Buregzinica Bosna). Nos compramos unos burek (hojaldre relleno) en un puesto bastante famoso y costaron 4,5 euros… Estaban increíbles y eran tantos que sobraron.

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4) Un desayuno increíble en Mostar. Por inesperado (no estaba incluido y nos lo regalaron) y por delicioso.

5) Purger Petrinjska (Zagreb). Nos confundieron con locales (perfecto saludo croata del menda) y nos dieron una comida excelente a dos pasos del hotel.

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6) Jangjatina de camino a Sarajevo. Cordero a la brasa, hecho al momento y por un precio ridículo. Llegamos cargados de fuerza 🙂

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7) Impresionantes copas de helado en el Cacao, una heladería a pie de río en Liubliana.

8) Sarajevo’84. Primer contacto con la comida bosnia… en Liubliana, en la puerta de nuestro hotel. Estética curiosa y excelentes Pljeskavica y Cevapici.

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9) Sadrvan (Mostar). Vale, es muy típico (camareros vestidos con traje tradicional, en pleno centro…), pero estaba muy bueno y una vez más, muy barato.

10) Villa Ajda, en Bled. Comida impresionante con vistas al lago, de los mejores platos del viaje y solo los numerosos mosquitos impidieron una velada perfecta.

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Algunos pensamientos más sobre el viaje:

La conducción
Pese a que somos novatos y como sabéis, íbamos con mucho respeto, no hemos tenido ningún problema en esta aventura. Hemos hecho 2.002 kilómetros por autopistas, carreteras perfectamente acondicionadas y caminos infames, y hemos visto de todo: un coche en llamas, adelantamientos suicidas, absoluta falta de respeto a las reglas, que pase quien pueda en las entradas a las ciudades y hasta dobles rotondas la mar de curiosas y prácticas en todo Eslovenia.

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Hemos hecho un máster y puesto a prueba nuestra capacidad, saliendo airosos con nota. Hasta hemos aparcado en la acera, como hacen los croatas (sí, en muchas calles los sitios de aparcamiento estén en la propia acera) y nos hemos colado a algún bosnio loco en cruces de Sarajevo. Joder, si hasta hemos sido capaces de entrar en la jungla de Mostar y Sarajevo sin GPS ni mapa de dónde estaba el hotel…

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El calor y los aires acondicionados
Hemos tenido bastante mala suerte con la temperatura, ya que en las zonas más fresquitas (Eslovenia, el norte de Croacia) nos ha pillado una ola de calor que ha amenazado récords históricos. Lo hemos ido llevando muy bien, de baño en baño y relajándonos cuando nos asfixiaba la temperatura. El coche y su aire acondicionado desde luego han ayudado.

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Nos ha chocado bastante que por los Balcanes no hay mucho aire acondicionado, que incluso en los sitios acostumbrados al calor prefieren que la gente se tueste al sol (o a la sombra, que también) que poner aire. En general, les gusta pasar calor… y hacer pasar calor: ‘Very hot today!’, dicen mucho pero nadie hace nada para paliarlo.

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Ah, sí, que tienen unos helados buenísimos y muy baratos. Nos vale 🙂

Por cierto, que si alguien va a Liubliana o a Zagreb visite sí o sí las heladerías Cacao (al borde del río en la capital eslovena) y Millennium (en pleno centro de Zagreb); nunca habíamos visto nada igual.

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La gente
Nos ha sorprendido lo extraordinariamente secos y distantes que son los croatas. En su mayoría, hasta bordes en la atención al público. Sin sonrisas, directos, parcos en palabras y hasta con malos gestos. No es que en Eslovenia o Montenegro fueran la alegría de la huerta, pero se soltaban más… y en Bosnia nos encontramos gente mucho más cercana y amable, aunque también estuvimos menos tiempo.

Los alojamientos
Hemos dormido en 14 sitios diferentes en 22 días, con lo que hemos visto de todo. El gasto medio por habitación ha sido de unos 65 euros/día, así que nos ha salido bastante bien, sobre todo teniendo en cuenta las fechas y los lugares. Hemos alternado buenos hoteles (Liubliana y Bled, en Eslovenia) con hostales céntricos con recepción (Zagreb, Mostar y Sarajevo), apartamentos particulares amplios y de calidad en las afueras de las ciudades (Plitvice, Zadar, Split, Zabljak, Kotor e Isla de Brac) y apartamento en pleno centro histórico (Dubrovnik). Ah, y un modesto hotel de estación en Trieste.

Nos hemos quedado en un apartamento con playa privada (Split), nos hemos bañado en una piscina con vistas al lago y al castillo (Bled), nos han lavado gratis la ropa mientras dormíamos (Sarajevo), nos han regalado un desayuno apoteósico (Mostar), nos hemos quedado en pleno centro del centro turístico de toda la región (Dubrovnik) y más cosas curiosas e interesantes.

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Hemos aprendido algunas cosas: mejor reservar de antemano que pasarte un trecho buscando donde quedarte, y que los apartamentos particulares son una gran opción. No necesitas un hotel cuando puedes tener todas las comodidades y la amabilidad del dueño por mucho menos dinero. Ahora, hay que elegir bien.

De todos los sitios, algunos nos salieron rana. Sobre todo, el que habíamos improvisado en Split. Al llegar, ya de noche, nos encontramos en un barrio periférico, lejos de todo, sin sensación de seguridad, sin WiFi, sin parking y sin nada que mereciera la pena. Renunciamos y aunque nos dijeron que ningún problema, tras mucho pelearnos con Booking.com no nos cargaron un euro. El problema es que tuvimos que volver a improvisar y pensamos aquello de ‘vamos sobre seguro’ y nos cogimos una habitación en un hotel de playa en Podstrana, con piscina y las comodidades de un 3*. Error. Sobrepreciado, sin que funcionase el Wifi y con un aire acondicionado que no podía con el calor del lugar. Pasamos una noche y volvimos a cambiar… a los apartamentos particulares de al lado, también con playa privada, mitad de precio y mucho más amables.

La segunda aventura, que ya os contamos, fue en la Isla de Brac, cuando, en pleno ferry hacia allí, el dueño del hotel donde habíamos reservado nos llamó para decirnos que la reserva era incorrecta y no tenía sitio. Nos tuvimos que buscar la vida y al final tuvimos suerte en Sumartin, al otro lado de la isla, pero tras habernos fastidiado un día que pintaba muy bien.

La logística
14 sitios diferentes, 35 lugares que visitar y cinco países en 22 días no es una tarea sencilla de organizar. Nos ha ido todo perfecto, pero estábamos preparados para que no fuera así. Os contamos algunas cosas básicas de la logística de viaje para evitar que un problema te arruine las vacaciones:

– Llevar una maleta de mano (en nuestro caso, una facturada y una de mano) y en ella todo lo que necesitas para los primeros días. Si te perdiesen la maleta, podrías seguir el viaje sin problemas.

– Separar las tarjetas de crédito y documentos (los pasaportes iban por un lado, los DNIs por otro) para que si te roban lo que llevas a mano, tengas algo en el hotel… y viceversa.

– Toallas, bañadores y chanclas en el asiento de atrás del coche, para no tener que abrir el maletero y enseñar todas nuestras cosas en zonas poco protegidas.

– Un kit de medicinas básicas en el coche o a mano. Nunca se sabe.

– Seguro completo en el coche de alquiler. Sin miedo a rozaduras y facturones que te amarguen el viaje.

– Teléfonos de atención en carretera, embajada, policía y emergencias en los dos móviles. No los hemos utilizado, pero mejor tenerlos a mano.

– Impresión de todas las reservas de hoteles y aviones y toda la documentación escaneada, como copia de seguridad.

La logística… online
Nosotros vamos más allá incluso que en lo anterior, y entre que somos unos freaks de la tecnología y nos movemos muy bien, nos lo montamos todo online. Os explicamos lo que hemos hecho:

Información completa del viaje compartida en todos los dispositivos
Viajábamos con ordenador, iPad y dos móviles y en todos ellos teníamos descargada (accesible sin conexión) toda la información del viaje: documentos de reservas, mapas de llegada a diferentes lugares, documentación de seguridad, información turística, de idioma y de los mejores sitios donde comer, guías ‘in your pocket’ de muchas ciudades… En resumen, que teníamos en cualquier dispositivo, en cualquier momento, acceso a toda la información del viaje que podíamos necesitar.

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Conexión en el teléfono de Sara
Nos habíamos informado antes de partir de cómo conectarnos en cada lugar, y habíamos liberado el teléfono de Sara para ello. Así que en Eslovenia, Croacia, Bosnia y Montenegro, en todos ellos, compramos una tarjeta SIM con acceso a Internet y la utilizamos en su teléfono, teniendo así mapas, acceso al correo electrónico y a todo aquello que quisiéramos buscar. Es francamente recomendable y en ningún país nos costó más de 15€, alguno incluso solo 5€, excediendo en todos ellos nuestras necesidades (más días, más megas, más todo…).

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Dubrovnik como colofón final

Se acabó lo que se daba. Este post lo escribimos en dos partes: la predespedida (mientras hacemos las maletas y nos lamentamos de que solo nos quedan unas horas en Dubrovnik, la mañana del miércoles) y la retequedespedida, ya desde el aeropuerto (esperando que 55 minutos de conexión en Munich sean suficientes para el transbordo; llegaremos a Barcelona a las 21.35h si no hay retrasos).

Nos habíamos guardado lo mejor para el final. O al menos, lo más famoso y más turísticamente notorio: la perla del Adriático, Dubrovnik. Y pese al cansancio que acumulamos y el calor que sigue haciendo, nos ha gustado mucho.

Pero como siempre, vayamos por partes. El lunes 19 salimos de Kotor rumbo a Dubrovnik, un trayecto bastante bonito alrededor de la bahía… hasta que llegamos a la frontera, donde tuvimos que esperar casi 1h30 entre la salida de Montenegro y la entrada a Croacia. Los croatas se lo tomaban con especial diligencia y pudimos ver cómo registraban coches a conciencia. A nosotros solo nos miraron una vez rápida el pasaporte y pa’dentro.

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La llegada a Dubrovnik obligó a todo un ejercicio de logística, ya que teníamos que: a) llegar a nuestro apartamento en el casco antiguo, donde no pueden entrar coches; b) llevar todas las maletas al apartamento; c) comer; d) sacar toda la porquería del coche tras 22 días dándole caña; e) devolver el coche. Así que nos lo montamos tal que así:

1) Aparcamos donde pudimos y fuimos a ver el apartamento. Teníamos miedo porque era pequeñajo y en pleno casco antiguo, pero aguantaba muy bien pese a estar en plena cuesta (luego os contamos).

2) Comimos un bocata rápido en el coche.

3) Acercamos el coche a la muralla y Sara hizo un ‘bosnio’ parando en plena puerta, yo me bajé corriendo con todas las cosas y las dejé de cualquier manera en el aparcamiento.

4) Pensamos en aprovechar el coche para sacar fotos panorámicas y nos subimos a la montaña para tomar imágenes que andando… iba a ser que no.

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5) Limpiamos el coche. Qué de cosas.

6) Repetimos la conducción bosnia de Sara y el numerito de bajar a devolver más cosas al apartamento.

7) Llenamos gasolina, para evitar el clavazo al devolver el coche.

8) Nos dimos cuenta que teníamos 1990km y que no podía ser eso, así que nos dimos un paseo hasta otra colina para sacar más fotos.

9) Llegamos a los 2.000km… ¡yuju!

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10) Devolvimos el coche en el Hotel Hilton, puro glamour en pantalón corto y bambas.

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11) Operación desembarco completada, y con ganas de pasear la ciudad. Quién lo diría, ¿eh?

El centro antiguo de Dubrovnik es precioso. Totalmente amurallado, fue muy golpeado durante la guerra de los Balcanes, ya que los serbios y los montenegrinos querían apoderarse de la ciudad y diezmar la moral de los croatas. Así pues, la bombardearon una y otra vez, destrozando muchos edificios y dejando la ciudad prácticamente sin tejados. Eso sí, en un alarde de puntería no tocaron las murallas, manteniendo una joya turística que querían conservar en su país.

Con los edificios totalmente reconstruidos, Dubrovnik no parece haber vivido una guerra reciente, sino todo lo contrario: glamour, belleza, edificios históricos en todos lados y mareas humanas, sobre todo durante el día cuando grandes cruceros desembarcan, sueltan mucha gente y la recogen al anochecer.

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Pasear entre las murallas es una gozada, aunque el calor y las cuestas no ayudan. Sin ir más lejos, nosotros teníamos que subir 84 escalones desde la calle principal hacia nuestro hotel, toda una escalada cada vez.

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También nos atrevimos a dar un paseo rodeando las murallas, más de 2km en lo alto de la ciudad y bajo un sol de justicia. Bueno, en realidad lo hice yo mientras Sara veía una exposición con aire acondicionado… Siempre ha habido listos y pardillos.

Al menos mis fotos molan más:

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En nuestras dos noches en Dubrovnik cenamos en el mismo sitio, un restaurante al lado del mar que nos había recomendado un amigo: Lokanda Peskarija. Brutal los risottos y el plato de pescado para dos, con bichos de la zona recién pescados. Quizá las mejores cenas del viaje, aunque la competencia es difícil. Ah, y nada caro.

Por la mañana, como despedida, nos dimos una vuelta de una hora en barco alrededor de Dubrovnik y la isla de Lokrum. ¡Un adiós refrescante! Ahí van más fotos:

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La bahía de Kotor

El viernes por la mañana visitamos el Crno Jezero o «Lago Negro» antes de partir dirección a Kotor.

Se trata de un lago glaciar dentro del Parque Nacional de Durmitor y es espectacular, con un agua azul turquesa como la que nos acompaña en este viaje. Tras dar una vuelta por la zona y sacar unas cuantas fotos, decidimos emprender dirección a Kotor, lo que suponía cruzar el país de norte a sur.

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Esta vez no nos equivocamos y acertamos con carreteras bien asfaltadas que transcurrían entre montañas mientras descendíamos hasta el nivel del mar. No fue demasiado complicado aunque contamos 12 curvas de herradura y unos cuantos más locos al volante, muy típico de la zona. Sin duda, sacarse el carnet de conducir aquí es tener un máster ya en curvas, adelantamientos y locuras varias.

Desde el último tramo de carretera que desciende a la Bahía de Kotor, paramos para hacer unas cuantas fotos de las bonitas vistas que se tenían. Para que os hagáis una idea, a la Bahía de Kotor la llaman el Fiordo del Sur ya que el mar se cuela entre altas montañas dibujando un paisaje único: el mar envuelto entre montañas y pueblos en la costa.

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Y por si fuera poco, es que estos pueblos pesqueros tienen mucha historia, de camino a Muo (pueblo en el que dormiríamos y que está a 2,5km del centro de Kotor) paramos en Perast, un antiguo pueblo que posee dos islas enfrente de su costa y en una hay un monasterio (actualmente no se puede visitar, es privado) y en la otra isla que está enfrente de la anterior, hay una iglesia (esta sí puede visitarse).

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Tras abandonar Perast, nos dirigimos a Muo, cruzando Kotor y reservando la visita para más tarde, pues queríamos llegar al apartamento a dejar las maletas y descansar un poco tras 4h al volante.

Como sabéis, nuestro GPS solo tiene carreteras principales en Bosnia y Montenegro con lo cual, una vez más, nos movíamos por intuición y, en este caso, nos ayudaron las fotos del apartamento en booking.com. Así que ya nos veis: mirando todas y cada una de las casas y comparando con la foto, a todo esto, esquivando coches y viandantes en una calle en la que cabía coche y medio y sí, también era de doble sentido. Vamos, un show. Pero por fin lo encontramos.

Subimos al apartamento y descubrimos que teníamos una terraza para nosotros solos con unas vistas impresionantes sobre la Bahía de Kotor, especialmente bonitas por la noche cuando la fortaleza se ilumina y dibuja un extraño cerco sobre una montaña casi invisible.

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Bruno, el dueño de la casa, nos explicó que la noche del sábado, muchos barcos decorados iban a llenar la bahía de color, pues se celebraba la Bokeljska Noc, en la que tiene lugar un concurso entre los barcos/botes disfrazados y que finaliza con fuegos artificiales y mucha fiesta en el casco antiguo de Kotor.

Antes de disfrutar de primera mano de la noche especial de Kotor, visitamos el casco antiguo de la ciudad, coronada, como os decíamos antes, por una muralla y fortaleza en la mitad de la montaña. Llama mucho la atención la forma de esta muralla, fijaros en las fotos.

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Por la tarde-noche los botes disfrazados empezaron a transitar por la bahía, pudiéndolos ver desde nuestra terraza y más tarde bajaríamos paseando hasta el centro de Kotor para verlos y para disfrutar de la fiesta. Aunque finalmente decidimos volver a Muo porque el centro estaba tan lleno que vivimos un momento tenso en la puerta principal de entrada al casco antiguo: se creó un tapón en la puerta entre las personas que querían salir del casco antiguo y las que querían entrar. Durante algunos minutos ambos lados empujaban y ni unos ni otros podíamos movernos. Por suerte, acabó solucionándose sin ningún accidente pero la verdad es que habría sido muy fácil que hubiese sucedido.

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Y así, con un par de bocadillos que habíamos comprado, conseguimos coger un taxi que por 2’20€ nos llevó a Muo donde nos sentamos al borde del mar a cenar mientras esperábamos los fuegos artificiales. La verdad es que salir del centro tan masificado fue una elección más que acertada, pues el lugar que habíamos encontrado no nos habría permitido ver los fuegos.

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Hoy hemos visitado Budva y Sveti Stefan, a 30km de Kotor. Budva es una ciudad con un casco histórico muy pequeño pero cuco y en la que destacan sobre todo sus playas, siendo el principal centro turístico de Montenegro y de Serbia.

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Sveti Stefan es una de las postales más reconocibles de Montenegro, se trata de una isla conectada con un puente a la península. Esta isla alberga un hotel tan exclusivo que solo puede visitarse con invitación o siendo huésped, lo cual es sinónimo de no ser precisamente barato. Nosotros con las vistas tenemos más que suficiente.

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Y acabamos el día visitando de nuevo Kotor para despedirnos de Montenegro, pues por la mañana emprendemos camino a Dubrovnik, nuestra última etapa de este viaje por los Balcanes. Se acerca la vuelta…

P.D. Ya nos pasó en Zabljak (justo la mañana en que nos íbamos) pero en Muo nos ha sucedido de nuevo; hemos estado 2h sin luz, totalmente a oscuras (tal vez ayer con la fiesta gastaron las reservas que tenían porque otra cosa no, pero luz, focos y altavoces casi petando… había por todas partes).

En la carretera

Ya estamos en Montenegro tras un día… cómo decirlo… que vivimos y sufrimos desde el coche. A ver, fuimos desde Sarajevo a Zabljak, en el Parque Natural de Durmitor, cruzando parajes naturales impresionantes y parando cada poco desde el coche para sacar fotos.

Eso fue lo bonito. El sufrimiento, unas carreteras terribles que pusieron a prueba nuestros nervios, más que nuestra seguridad. En total, creemos haber hecho 70 kilómetros por carreteras estrechas de doble sentido en las que cuando se cruzaban dos coches había que hacer demasiadas matemáticas, y encima la mayoría subiendo montañas o al borde de desfiladeros.

Fuimos en línea recta desde Sarajevo hacia la frontera, pasando por la República Srpska (ver lo comentado ayer), donde todo estaba indicado en cirílico. La carretera era buena, aunque había tráfico y tuvimos que adelantar un par de camiones. Como los bosnios conducen como locos, el resultado es algo así como: adelantamientos 2; veces adelantados 27.400. Muchos bosnios no llegarán a viejos conduciendo así.

Sabíamos que los últimos 30 kilómetros hasta la frontera eran de carretera mala, pero uff… aparte de baches, curvas y subidas, cada vez que nos encontrábamos otro coche había que tener muchísimo cuidado y generalmente uno de los dos tenía que pararse o maniobrar, y con mucho cuidado porque bordeábamos un cañón y a nuestra derecha había un par de árboles y mucha caída. Y todo eso en una carretera muy frecuentada, rumbo a la frontera. Como íbamos muy lentos, realmente no fue tan peligroso, pero sí azaroso y tenso.

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Una vez entramos en Montenegro la carretera mejoró mucho y aunque cruzábamos numerosos túneles, algunos de ellos sin iluminar, disfrutamos de bastantes kilómetros al lado del río Piva, en un cañón precioso que culminaba en el lago/estanque del mismo nombre. El agua, de nuevo de un azul turquesa que llama mucho la atención.

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Total, que nuestro plan era rodear el Parque Nacional de Durmitor y llegar a Zabljak con un poco de rodeo pero por mejores carreteras, pero nos equivocamos en el desvío y nos fuimos directos por la montaña para arriba. Otra vez una carretera muy, muy estrecha y llena de túneles que parecía que se podían caer en cualquier momento, aunque esta vez sin tráfico: apenas nos cruzamos con un par de coches. Después de un buen trecho en la carretera, subiendo sin parar, llegamos a una llanura en lo alto y pensamos: ‘ya estamos casi’. Nos pusimos a comer, compramos un mapa de la zona y nos llevamos el chasco: nos quedaban otros 50 kilómetros, allí arriba.

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Fue una de las carreteras más bonitas a la par de difíciles que hemos visto. Era mayormente llana, con algunas subidas y bajadas, pero constantemente a casi 2.000 metros, entre rocas y montañas espectaculares, con muchísimas curvas (y un buen número de ellas de herradura), de nuevo a menudo al borde del desfiladero… y tan estrecha que encontrarse con otro coche volvía a convertirse en un ejercicio de maestría. Como no teníamos prisa, pese a las horas al volante, cada vez que intuíamos un coche a lo lejos (lo bueno de esa altura es que no hay mucha vegetación, así que más o menos ves lo que te vas a encontrar) buscábamos un lugar en el que pararnos al borde del precipicio, pero con seguridad, y facilitábamos el cruce. Y menos mal que optamos por eso, porque nos encontramos hasta con un camión. La furgoneta que iba detrás nuestro en ese momento tuvo que subirse la montaña marcha atrás; no sabemos cuánto porque no la volvimos a ver…

En ese camino no faltaron vistas espectaculares, fotos que parecen emular el típico fondo de escritorio de Windows… y hasta vacas y ovejas cruzando cuando les dio la gana.

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Al fin llegamos a nuestro apartamento, con un saloncito, nevera, cocina, cama, armario, baño, tele, dos mesitas, WiFi, parking y más… por solo 25 euros. Es así de barato.

Como sorprendentemente no habíamos tirado las llaves del coche por un acantilado para olvidarnos de él, lo cogimos de nuevo para acercarnos al Djurdjevica Tara, un puente histórico que cruza el Cañón de Tara. Lo esperábamos más espectacular, pero ni el sitio ni las fotos están a la altura del segundo cañón más grande del mundo tras el famoso Gran Cañón del Colorado, en Estados Unidos.

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Mañana nos asomaremos al ‘Lago Negro’, al lado del pueblo de Zabljak y joya del Parque de Durmitor, y seguimos viaje hacia la costa de Montenegro, donde dormiremos en la bahía de Kotor. Son 3-4 horas de trayecto y es el último ‘tute’ en coche, pero a priori ya se acabaron las montañas y los pasos estrechos.

P.D. Puede parecer estresante, y lo es, pero para novatos con el coche como nosotros es todo un reto y nos gusta, además de lo bonito que es conducir por paisajes como éstos.

P.D.2 Cuando conducíamos en lo alto del Parque Nacional de Durmitor, a casi 2.000 metros, nos encontramos en la carretera una canasta en perfecto estado. No pudimos resistirnos a sacarle una foto…

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P.D.3 También en lo alto, vimos una bandera de la antigua Yugoslavia (la que desapareció en 1991), ondeando orgullosa en lo alto de una colina.

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Sarajevo: una ciudad para no olvidar

Hemos estado los últimos dos días en Sarajevo y nos vamos con el corazón en un puño por todo lo que significa esta ciudad y por lo que ha vivido recientemente.

Visitar Sarajevo es visitar un asedio infame hace menos de 20 años, cerca nuestro y con la benevolencia de Occidente. Es ver edificios en ruinas, vidas destrozadas e historias desgarradoras. Es darse cuenta de lo que ha vivido esta ciudad, nexo de culturas en 1991 (musulmanes bosnios, croatas y serbios vivían en casi igual porcentaje) y ahora tratando de resurgir y curar unas heridas que siguen abiertas.

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Este miércoles tomamos una excursión guiada en la que nos explicaron lo vivido en Sarajevo, el asedio durante años de las tropas serbias, los bombardeos indiscriminados sobre la población civil, los incontables cementerios en el área urbana y el túnel de la vida, construido bajo tierra durante 800 metros para permitir una única salida del asedio con el objetivo de recoger alimentos y combatir a los serbios desde otros frentes. Nos hablaron de la resistencia de un pueblo sin ejército; en Sarajevo, cada hombre, cada mujer y cada niño eran soldados sin armas prácticamente.

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Escuchamos y vimos muchas cosas, tantas como en una exhibición en el centro sobre la masacre de Srebrenica en la que estuvimos ayer. Es muy conocida, pero el museo ofrece detalles que al menos nosotros desconocíamos: cómo la ONU declaró la ciudad Zona Protegida y se obligó a protegerla y cómo, cuando llegó el momento, entregaron a miles de refugiados a los serbios, que no dudaron en ejecutar a más de 8.000 hombres y niños.

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Es una realidad dura, pero que hay que conocer. Para entender lo que pasó y para entender el presente. Y es que si de una cosa nos hemos dado cuenta en esta escapada a Bosnia es que las heridas siguen abiertas. Las soluciones para acabar la guerra fueron meros parches y la convivencia está cogida entre alfileres. Bosnia es en realidad dos entidades, la Federación (formada por la zona musulmana y Herzegovina, con mayoría croata) y la República Srpska (con mayoría serbia), y las relaciones son tensas, cuando menos. Hay tres presidentes, uno por religión, e infinidad de gobiernos, cargos y responsabilidades. El idioma es el mismo, pero unos escriben en cirílico y otros en latín. Tienen la misma nacionalidad, pero no ejercen como tal. Bosnia es una suma de musulmanes, serbios y croatas. Una suma que convive como puede, en dificultad y sin curar las heridas de la guerra ni prevenir rencores futuros.

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En la foto se puede ver el centro con varias mezquitas, la torre de la catedral católica y la iglesia ortodoxa (también hay una sinagoga aunque no se aprecia en la foto). Por eso llaman a Sarajevo (y llamaban más antes de la guerra) la ‘Pequeña Jerusalén’.

Hemos querido contaros todo esto porque realmente nos ha impresionado, aunque desde luego no era el objetivo de nuestra visita. En el sentido más turístico, Sarajevo nos ha cautivado con un centro muy bonito y agradable de pasear, reconstruido y lleno de vida y movimiento. Lleno de mezquitas, pero con catedrales cristianas y ortodoxas y hasta sinagogas en apenas metros; escuchando llamadas al rezo y momentos que te llevan a un país musulmán, pero con constantes recuerdos a que también estamos en el medio de Europa.

Y luego, los precios y la comida, baratos y abundantes. Es una ciudad que te acoge con calidez y lo hace además con un coste muy razonable. Disfrutas paseando, comiendo y cenando y hablando con la gente, muy amable.

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En resumen, hemos disfrutado, aprendido y entendido una ciudad que merece mucho la pena.

P.D.1 ¿Os acordáis del coche que vimos ardiendo? Ha sido noticia en medios bosnios: http://www.klix.ba/vijesti/crna-hronika/nesreca-kod-zitomislica-vozilo-izletjelo-s-ceste-i-zapalilo-se/130812136 Resulta que sí fue un accidente: un tipo se salió, dio algunas vueltas y se puso a arder. Afortunadamente no hubo heridos.

P.D.2 En pleno centro de Sarajevo hay una placa que recuerda el lugar del asesinato del archiduque astro-húngaro en 1914 que encendió la mecha de la I Guerra Mundial. El asesino, Gavrilo Princep, fue considerado un héroe durante años e incluso hay una capilla que tiene su nombre.

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P.D.3 Sorprendentemente, Sarajevo vive con cierta añoranza los años de sometimiento del Imperio Otomano (contra el que tan duramente lucharon todos sus vecinos) e incluso la dictadura de Tito tras la 2ª guerra mundial y hasta su muerte en 1980.

P.D.4 ¿Sabíais que la bandera de Bosnia -pelín fea y sin ningún motivo histórico relacionado con el país- la diseñó el diplomático español Carlos Westendorp Fue pasada la guerra, obligados a un nuevo comienzo.

P.D.5 En el camino a Sarajevo paramos a comer Jangjetina, muy típico de aquí. Consiste básicamente en un cordero asado al fuego, a la antigua: dando vueltas encima del fuego mientras va asándose y cogiendo color. Estaba muy bueno y como el país, muy barato: 600gr de cordero lechal recién asado por solo 11 euros. Llegamos a Sarajevo con la barriga llena… y nos vamos con el corazón encogido.

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P.D.6 En los Balcanes hay bastante gente que sabe un poco de español… ¡por las telenovelas! Aquí todo se emite en V.O.S. (original con subtítulos, vamos) y la sobremesa está llena de telenovelas latinas. El martes alcanzamos el punto culmen de esta curiosidad: un tal Adnan, bosnio hasta la médula, nos habló en perfecto español con acento argentino, y él mismo explicó que era por las telenovelas argentinas.

P.D.7 Nuestro guía en la visita a las heridas de la guerra se llama Harun y aparte de explicarse muy bien, está convencido de que será un gobernante de esta ciudad y de este país en menos de 15 años. Lo dice muy en serio… habrá que seguirle 🙂

P.D.8 Aquí hay muchos perros abandonados y Sara no pudo contenerse en llevarles las sobras de los Burek que nos comimos el martes. Por un momento pareció ‘la mujer de los gatos’ versión perruna, con un montón de canes siguiéndola 🙂 (¡ojo que en la foto incluso faltan varios perros!)

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P.D.9 Ya no hay más posdatas. Lo hemos intentado pero no nos sale, de verdad 😉

Contrastes en Mostar

Ya estamos en Bosnia. Sin problemas con el camino ni la aduana, y disfrutando de un país que trata de remontar tras la terrible guerra de los años 90. Hemos empezado fuerte, visitando (y bañándonos en) las cascadas de Kravica, el pueblo de Pocitelj y pasando una gran tarde-noche en Mostar.

Al poco de cruzar la frontera, pusimos rumbo a uno de esos parajes idílicos que teníamos subrayados: las cascadas de Kravica. Básicamente es una zona de baño en medio de la naturaleza, rodeada de cascadas a las que puedes acertarte… si te atreves. Y ahí nos dimos un chapuzón la mar de majo, tan agradable el agua como escuchar a escasos metros el ruido de varias cascadas. Irrepetible. Ahí van (unas cuantas) fotos.

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¿Reconoces a Pablo nadando en la última foto?

Comimos en Pocitelj, un pueblo con mucha historia y con un look totalmente otomano en el que destaca su mezquita (Bosnia perteneció durante siglos al Imperio Otomano y su herencia está presente en muchos rincones, además de en la religión mayoritaria).

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Llegamos a Mostar a primera hora de la tarde, ya con 1.400 kilómetros de viaje. Anécdota del día: al poco de entrar en Mostar, vimos a lo lejos una columna de humo en un campo de labor, y varios policías. Pensamos lo típico: «alguien se ha pasado quemando rastrojos»… solo que lo que ardía era un coche volcado y totalmente quemado. Como dijo Sara, «¡Bienvenidos a Bosnia!». No parecía un accidente, así que no sabemos a qué se dedican estos bosnios en su tiempo libre. Investigaremos.

Como nuestro GPS solo conoce las rutas principales en Bosnia, entramos en Mostar a la antigua, orientándonos a ojímetro. Y con las vueltas que dimos, pudimos percatarnos de la imborrable huella que dejó la guerra, con múltiples edificios derruidos, con el signo de «ruina peligrosa» e infinitas marcas de balas en las fachadas.

En las afueras se nota mucho, pero esa destrucción también se deja ver en el centro. Especialmente con los cementerios, en plena ciudad: casi todas las lápidas, perfectamente conservadas, muestran fechas similares… 1993, especialmente… Momentos de infamia.

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También nos chocó que, sacándole partido al «todo vale!», todos los puestos de souvenirs venden múltiples cachivaches hechos… con balas. Bolígrafos, llaveros, incluso figuras formando tanques, aviones etc… Nos ha dejado pasmados.

Lo cierto es que Mostar es preciosa y nos ha encantado. El centro tiene un aire especial, y pese a la dureza el paseo por la zona antigua merece muchísimo la pena. Te encuentras mezquitas espectaculares con iglesias católicas a pocos metros, calles empedradas con siglos de historia, muchos comercios y mezcla entre edificios nuevos y ruinas… y la joya de la ciudad, el Stari Most o Puente Viejo.

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El Stari Most es un puente del Siglo XV, reconstruido hace unos años después de que los croatas se lo cargasen en la guerra. Preside la ciudad y ejerce de unión de culturas entre la zona musulmana y la católica. Todo un símbolo declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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Otra de las imágenes del puente son los saltadores. Algunos locales se exhiben saltando los 27 metros de altura a cambio de unas pocas monedas y es realmente espectacular. Nosotros no vimos ningún salto, aunque sí lo escuchamos… a casi 200 metros se oyó a un tío impactar con el agua. Así de tremendo es el salto. Por cierto, que esos 27 metros son de los que se lanzan ahora en los ‘Saltos de gran altura’, que forman parte desde este año del Mundial de Natación. Y cómo no, Red Bull organiza una exhibición de saltos allí.

Para acabar la noche, cenamos en un restaurante típico a metros del puente y por apenas 13 euros, rematándolo con un gran helado por solo 1 euro (aquí todo es MUY barato). Ya íbamos para el hotel, pero un grupo de calle nos regaló un bonito concierto con música típica, ya para cerrar un gran día.

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Pero antes de todo esto…

Odisea en Brac

Como os decíamos en el anterior post, no sabíamos dónde dormiríamos sábado y domingo. Al final, encontramos un hotel chulo y barato y decidimos coger el ferry hacia la isla de Brac para dos días de relax y naturaleza. Y justo cuando el ferry se alejaba de la costa, nos llaman del hotel y nos avisan de que hay un error y la reserva no vale porque no tienen plazas libres. Total, que llegamos a una isla grande y montañosa con un 95% de ocupación y sin sitio donde quedarnos.

Lo intentamos donde llega el ferry, al norte en Supetar, pero nada era suficientemente correcto y decidimos pasar, irnos al sur de la isla, al pueblo de Bol, y darnos un chapuzón mientras pensábamos en dónde quedarnos. Elegimos la playa de Zlani Rat, una de las imágenes más típicas de toda Croacia y que perfectamente daría el pego en una postal de las Islas Maldivas.

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Y bien que nos vino el baño, ya que la carretera era montañosa y serpenteante, larga y estresante. Cansados, decidimos que nos cogíamos el ferry de vuelta hacia el continente, pero 60 kilómetros más abajo, hacia Makarska. Total, que cuando llegamos a Sumartin (de allí salía), nos encontramos que el ferry salía casi tres horas después y casi no había sitio (dejamos el coche el nº17 y solo cabían 25)… así que hicimos un último intento. Y con ayuda de una amable chica de la oficina de turismo, encontramos una habitación fantástica en una villa a las afueras del pueblito. Y allí decidimos quedarnos esos dos días, descansando y con la tranquilidad del mar a unos metros.

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Ya finalmente, este lunes cogimos el ferry matinal para llegar a Makarska (ciudad costera acompañada por el tremendo macizo de Biokovo -ver foto más abajo-), recorrer la costa croata hasta la frontera y empezar la aventura bosnia.

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Sol

Volvemos al blog después de tres días en los que hemos vivido muchas cosas, pero sobre todo una: sol. Sigue haciendo mucho calor, parece que aumenta en lugar de decrecer, y a la vez estamos disfrutando de atardeceres únicos.

Todas las webs y la gente que ha viajado a Croacia dice que es mejor buscar hoteles sobre la marcha, que hay mil opciones y muy baratas en casas particulares, y con esa idea fuimos: cinco días sin reserva para amoldar el viaje. El problema, estamos en la semana de mayor ocupación del año y nos está costando mucho encontrar cosas decentes y a un precio razonable (más lo primero que lo segundo).

En consecuencia, nos hemos quedado estos días varios kilómetros a las afueras en Zadar y Split, aprovechando el coche pero también perdiendo estar en la ciudad y complicándonos cada viaje buscando aparcamiento y con la odisea de las entradas y salidas (entrar en coche en Split es como ir a la jungla; no parecen tener reglas y hay que ir con muchísimo cuidado).

Además, no todos los alojamientos nos están saliendo del todo bien. En Zadar nos quedamos en un lugar muy bueno, pero en Split al visitar el apartamento que habíamos alquilado, no nos gustó nada la zona, cancelamos y nos tuvimos que poner a buscar alojamiento a las 9 de la noche. Lo encontramos en Podstrana, a 8km de Split y con piscina y playa privada… pero era solo apariencia y tras dormir una noche, decidimos volver a cambiar… y nos fuimos a la casa de al lado (sí, tal como suena), una pensión familiar que costaba la mitad, tenía igualmente playa privada y donde funcionaban bien el WiFi y el aire acondicionado. Vamos, genial.

La playa de nuestro hotel en Podstrana

Con este calor y tantos movimientos, estamos bañándonos cuando podemos. Yo (Pablo) me bañé en un lago cerca del parque nacional de Krka (que no visitamos porque estaba infestado de gente y hacía un calor de mil demonios) y ambos nos refrescamos en una cala entre Trogir y Split, en la piscina del hotel antes mencionado y por dos veces en la playa al lado del hotel. Por cierto, aquí las playas son de agua mucho más clara… porque no son de arena, sino de guijarros. Más limpio y para nosotros más agradable, aunque mejor llevar sandalias… como es nuestro caso. Sara, que está en todo 😉

Pablo en Krka

Visitas… pues ahí el ritmo ha ido bastante más rápido que el blog. El miércoles al salir de Plitvice paramos en Slunj, un pueblito lleno de antiguos molinos y pequeñas cascadas, y pusimos rumbo hacia Zadar, donde disfrutamos del casco antiguo y de un atardecer formidable. Decía Hitchcock que las puestas de sol de Zadar eran las más bonitas que había visto y no le falta mucha razón: es tremendo. Además, se lo han currado en esta ciudad y acompañan la vista con dos ‘atracciones’ únicas: un órgano del mar, que a través de tubos bajo el agua recoge el sonido de las olas y genera una melodía bastante sugerente, y una zona que recoge la luz del sol durante el día y cuando el sol se pone compone juegos de colores en el suelo. Ambas cosas muy bonitas.

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Hacia el sur, visitamos Trogir, un pueblito costero con mucha historia y bien conservado, y acabamos renunciando a Sibenik al dar vueltas sin encontrar aparcamiento y, cuando por fin dimos con él, darnos cuenta de que estábamos a varios kilómetros del centro. Además, ya habíamos calentado la cabeza y las piernas subiendo escalones a 40º por una colina buscando lo que habíamos leído que era la canasta donde Drazen Petrovic había jugado incansablemente durante su infancia. El GPS no entendía de escalones, así que fuimos andando y… ¡uff! Qué calor, qué subidas y qué poca cosa de tablero, porque es lo único que queda de esa canasta. Una pena.

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Un par de anécdotas de las carreteras costeras: nos encontramos con unas vistas espectaculares de Trogir e islas cercanas según nos acercábamos a la ciudad… y subimos varios kilómetros una montaña a la velocidad de unos ciclistas. Sí, de verdad. Iban 4 ciclistas esforzados en plena cuesta y una cola de no menos de 20 coches (y creciendo) detrás. ¿Por qué? Detrás de los ciclistas, escoltándoles, iba un coche de policía que no permitía pasar a nadie. Así que nada, todos en cola. Nos quedamos con las ganas de saber quiénes eran los ciclistas… esperamos que alguien importante y no el primo segundo del policía.

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Finalmente, este viernes hemos combinado el relax de la playa en Podstrana con una visita a Split, una de las ciudades más bonitas de Croacia. Lo más importante es el Palacio de Diocleciano, muy bien conservado ocupando casi un barrio entero, plagado de antigüedades y ruinas romanas. Split merecía una visita larga, pero entre el estrés de conducir hasta allí, la presión de la ‘zona azul’ (hay que pagar de dos horas en dos horas, como aquí) y el calor, solo estuvimos unas horas, aunque visitamos lo más importante… y nos dio tiempo de ver otro atardecer magnífico desde la playa de nuestro hotel.

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Y bueno, que no sabemos dónde iremos mañana. Ya os contaremos. La isla de Brac, Markarska, Gradac… Cualquier sitio menos la isla de Hvar, que era el destino que pensábamos inicialmente pero está colapsadísima de turismo y no hay alojamientos decentes libres.

Plitvice: Un turquesa que enamora

Ésta será una entrada de fotos. No es que estemos vagos o cansados (que también), sino que las fotos hablan por sí mismas.

Hemos estado en los Lagos de Plitvice, en el centro de Croacia, uno de los parques naturales más impresionantes del mundo. No es exageración, realmente impacta con sus lagos y cascadas y un agua tan cristalina como de color turquesa. Las fotos que publicamos no tienen retoque ni efectos: el agua es así.

Al principio nos dijeron que solo nos daba tiempo a un recorrido medio, de 3-4 horas, pero decidimos arriesgarnos e irnos a por el largo (4-6 horas), aun a riesgo de quedarnos allí a pasar la noche… bueno, al menos había WiFi 😉 Ya en serio, nos dimos una buena caminata y visitamos todos los rincones de un parque inmenso, bajo 33º y mucha humedad. Pero merece la pena…

Ahí van un porrón de fotos. Como siempre, haced click sobre ellas para verlas más grandes (sobre todo, las panorámicas):

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Zagreb, la capital dormida

No os hemos contado nada de Zagreb. Posiblemente, vayamos escribiendo cada dos días para ir aprovechando el tiempo y contar más cosas, pero lo cierto es que la capital croata no es nada del otro mundo. Entre que nos pilló de día festivo (celebración de la victoria en la Guerra de los Balcanes) y que hacía un solano tremendo, lo mejor fue una heladería/frutería espectacular en el centro. Se llama Millenium, por si alguien llega hasta aquí.

Visitamos el centro antiguo y prácticamente todo lo marcado como zona de interés, en un entorno muy vacío: no había casi nadie por la calle. Os ponemos alguna foto, para que os hagáis una idea de la ciudad:

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P.D. Antes de salir rumbo a Plitvice, intentamos visitar el museo de Drazen Petrovic, enfrente del pabellón de la Cibona (que se llama igualmente como él), pero estaba cerrado. Al menos le pudimos sacar una foto a su estatua.

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Agua y naturaleza en Vintgar y el lago Bohinj

Ante el calor, naturaleza y agua. Sigue la ola asfixiante en Bled, Eslovenia y alrededores, y el termómetro ha vuelto a acercarse a los 40º, así que fuimos a por visitas frescas y nada calurosas, y de este modo logramos evitar el sofocón.

No lo logró tanto nuestro coche. El pobre pasó tanto calor que cuando fuimos a cogerlo después de comer, marcaba 42º, el ticket de aparcamiento del día anterior parecía chamuscado y el GPS decía que se había calentado tanto que no podía funcionar (temporalmente). Un horno de coche hasta que el aire acondicionado ganó la batalla…. aunque le costó.

A lo que íbamos: empezamos visitando la garganta de Vintgar, un precioso paseo de dos horas alrededor de un río lleno de rápidos y cascadas. Muy relajante y agradable, basta ver las fotos:

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Por la tarde le pusimos los cuernos al lago de Bled y nos fuimos al vecino, Bohinj, más grande y espectacular, aunque sin iglesia en medio. Es un lago de origen glaciar al pie de los Alpes, con vistas a las principales montañas eslovenas, como el monte Triglav, símbolo inequívoco del país (el que dibuja una «m» en la foto inferior).

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Había mucha gente bañándose y nos liamos la toalla a la cabeza y nos metimos de lleno en sus frías aguas. Muy frías, pero lo bien que sentó tras un día de paseo y muchos más de calor… Además del baño, dimos una vuelta por la zona, sacando mil fotos del lago y su anochecer, y de las montañas que le rodean. Ya estábamos cansados de caminatas, así que renunciamos a las excursiones monte arriba hacia cascadas, grutas y demás lugares pintorescos.

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Y finalmente, disfrutamos de la mejor cena de estos días en Eslovenia, al borde del lago y logrando no ser devorados por los mosquitos. También será la última en este país: mañana ponemos rumbo a Zagreb, decimos adiós a Eslovenia y hola a Croacia. Empieza la segunda etapa del viaje…

Un lago de cuento: Bled

Resulta que Pablo lleva toda la vida diciéndome que él en verano no se puede quedar en Barcelona porque hace demasiado calor y va y me lleva a Eslovenia, donde en plena Liubliana estábamos a nada más y nada menos que 41ºC al sol. Aha… así que vamos de Guatemala a Guatepeor.

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Lo cierto es que esta temperatura no es habitual, y según nos han dicho, en Eslovenia (y los Balcanes) está pasando una gran ola de calor. Para que os hagáis una idea, el récord histórico de Liubliana está en 38ºC a la sombra en 1950; el viernes se registraron más de 36ºC a la sombra. Osea, que llevamos las olas de calor allá donde vamos, ¡con lo que nos encanta a nosotros!

Y eso no es todo, sino que hoy en Bled hemos pasado un calor de mil demonios, con 36ºC y un sol terrible. Lo dicho, ¡caloooooor!

El viernes pasamos el día visitando Liubliana, una ciudad pequeña que llegó a recordarnos Salzburgo por sus edificios y su centro histórico. Lo más destacado de Liubliana es su plaza central con los tres puentes y el castillo que preside la ciudad. Pese al calor, conseguimos disfrutar de la ciudad, con placeres alternativos, léase una copa gigantesca de helado, paseos al anochecer y cocina bosnia como cierre.

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Hoy sábado, hemos puesto rumbo a Bled, al noroeste de Eslovenia en un viaje agradable con las montañas enmarcando el camino.

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Bled es un pequeño pueblo al lado de un lago dominado por un castillo, completando la idílica postal una isla central con una iglesia. Hoy ha sido un día de «relax»; baño en la piscina del hotel, paseo en góndola hasta la isla, paseo a la orilla del lago, subida al castillo y eso sí, intento fallido de bañarnos en la playa de hierba por un error técnico pero mañana lo intentaremos de nuevo. Eso sí, Pablo no estaba dispuesto a irse a cenar sin darse un chapuzón en el lago, con lo cual se lanzó desde una pasarela sin pensar cómo subiría luego… el cómo lo hizo, tendréis que preguntárselo. Pero adelanto: fue un momentazo en el que casi me meo de la risa. No te digo nada, y te lo digo todo.

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Y a la hora de la cena, unos fuegos artificiales preciosos estallaban cerca de la isla mientras intentábamos capturarlo con la cámara, un cierre mágico para un lugar especial bajo un cielo muy estrellado.

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Para mañana el plan ya está preparado: vamos a la garganta de Vingtar para un paseo prometedor, acudiremos al lago Bohinj entre las montañas y pasaremos la última noche en Bled antes de dirigirnos a Croacia.

PD: si haces click en las fotos, podrás apreciar mucho mejor su belleza, sobre todo no te pierdas la panorámica.